En realidad el síndrome del impostor lleva toda la vida entre nosotros y no es otra cosa que pura y dura inseguridad.
La definición que utilizamos hoy nos viene de las psicólogas Pauline Rose Clance y Suzanne Imes, quienes en 1978 se percataron de que muchas mujeres atribuían su éxito a la mera suerte y se sentían un fraude.
El enemigo de las mujeres
Y aunque es cierto que el síndrome del impostor no tiene género y ellos tampoco están inmunizados a él, su prevalencia es significativamente mayor entre el sexo femenino.
El 66 por ciento de ellas reconocen haber sufrido en algún momento el síndrome del impostor, mientras que solamente un 55 por ciento de hombres lo hacen. Quizás la escasa representación femenina en puestos de entidad a lo largo de la historia tenga algo que ver en esto (véase la herida de la bruja). Tal vez, el silenciamiento sistemático de las voces de mujeres también esté relacionado. Nos faltan role models como nosotras… y en consecuencia no nos creemos nuestro éxito ni nos sentimos dignas de él.
Un acicate para la superación
Sin embargo, el síndrome del impostor tiene un lado positivo y es que puede ser una llamada a la superación. Si somos capaces de manejar el miedo y la inseguridad y convertirlas en inconformismo, entonces podemos llegar muy lejos… Porque sólo donde hay tensión se produce el crecimiento. Y es que si ya me creo que soy absolutamente perfecta… ¿para qué voy esforzarme en mejorar?. Un ego inflado acaba convirtiéndose en la cadena que te ata a tu zona de confort. En un mundo en el que «solo el sabio conoce lo mucho que ignora», tal vez es que el sabio también padecía – en cierto grado – el síndrome del impostor.
Así que no nos flagelemos cada vez que dudemos sobre nuestra capacidad o sintamos un fuerte deseo de mejorar… Como sucede con casi todo, el problema real viene cuando esta actitud se convierte en algo patológico.
¿Tienes síntomas?
¿Cuáles son los síntomas que podrían indicar que el síndrome del impostor te está impidiendo desarrollar tu potencial con plenitud?
Obviamente, si escuchas esa voz interior que te dice que no eres capaz, que no lo mereces y que pronto todos se darán cuenta del engaño, es un claro indicador de que sufres el síndrome del impostor.
El antídoto
Si te has sentido identificada, no te preocupes, porque todo se puede remediar…
Obviamente, el primer paso es reconocer que la tendencia al perfeccionismo está ahí y no va a desaparecer del todo. Así que lo hay que hacer es cambiar de actitud y modificar la manera en la que nos hablamos. Ya hemos visto que la insatisfacción nos mueve a la superación, pero no es lo mismo decirte: «Esto está fatal. No vales para nada», que «La próxima vez te saldrá aún mejor, querida. Enhorabuena por tu esfuerzo y todo lo que has conseguido». Tratémonos con compasión y mimo y valoremos lo logrado.
Además, intenta sincerarte y hablar de tus inseguridades con quienes tengas confianza. Habla con tus amigas, tu psicóloga, tu coach… No te lo tragues todo tu solita porque se te va a indigestar. Ponerle voz te hará sentir inmensamente mejor.
Recuerda que el síndrome del impostor afecta principalmente a mujeres ambiciosas orientadas al logro. ¡Eso no es para nada malo! Todo lo contrario. Se trata de que evites que el miedo te frene y sigas avanzando. No rechaces oportunidades por temor a no estar a la altura. ¡Rétate a ti misma! Y céntrate en tus fortalezas, en lugar de en tus debilidades.
Y sobre todo recuerda que la impostora no eres tú… La impostora es esa voz que te dice que no puedes, no debes o no lo mereces. Es ella (y no tú ) la que debe callarse para siempre.
Yo solía ser hacerle bastante caso a esa voz interior saboteadora y déspota, pero ya no, a veces sigue atacándome pero no dejo que siga más de lo necesario y enseguida consigo acallarla, tambien es verdad que lo mío me ha costado y podría hacer un libro, una tesis o un doctorado 😉 bueno, exageraciones a parte no es cosa de broma, hay que identificarla primero y luego trabajarla, pero lleva muchos años hacerlo y mucho tiempo convencerse, o más que tiempo lo que lleva es dolor y sufrimiento, al final, cuando te cansas de sufrir sus consecuencias, creo que le pones remedio, o ése ha sido mi caso y ésa es mi humilde opinión. Gracias siempre por ilustrarnos. Un abrazo en tiempos convulsos.
Gracias a ti por compartir tu sabia opinión, basada en la voz de la experiencia, Cati 😉
Yo lucho contra ella con relajación, porque normalmente los pensamientos de autosabotaje me llegan acompañados de ansiedad. Calmar la mente entonces, es abrirle paso a la vida y sus infinitas posibilidades <3 ¡Un beso fuerte!
¡Maravilloso post! As usual, Julia 😏
Cuando explicas “… Y ¡cómo no! la propensión a trabajar de manera compulsiva, movida por un perfeccionismo atroz.”
En mi caso es la propensión a abandonarlo todo a ponerme a hacer “tareas” que no persigan ni conducen a lo verdaderamente importante o productivo para mi…
Eso me angustia y me desespera…
Pero ¿qué me pasa? No dejo de martillearme con esto…entrando en el bucle del auto sabotaje, la culpa, el remordimiento…¡vamos, una fiesta…! 😒
que me conduce, sin frenos y cuesta abajo, a la impostura…😖😥
Lo urgente versus lo importante… ¡Cuánto caemos en esto, preciosa! Siempre hay cosas muy urgentes que nos impiden hacer lo realmente importante. Quizás por miedo a no estar a la altura, quizás por miedo a no hacerlo bien. ¡Beso fuerte!