Los rituales son poderosos y su práctica se convierte en un útil mecanismo, sobre todo, para lidiar con situaciones en las que nos vemos sometidos a grandes dosis de estrés o incertidumbre.
No hace falta ser aficionada al misticismo para iniciarte en la práctica del ritual. En realidad son de uso común y todos los hemos incorporado a nuestra realidad. Por ejemplo, cuando un ser querido fallece, su funeral es un ritual para despedirle. Al igual que el matrimonio es un ritual de paso para la vida en común. En Latinoamérica, conceden mucha importancia al quinceavo cumpleaños de las adolescentes, simbolizando su transición de niñas a mujeres, y eso también es un ritual, por ejemplo.
El caso es que hay rituales más generalizados y otros que personalizamos y convertimos en algo propio, como esos futbolistas que siempre necesitan usar las mismas botas de fútbol antes del partido, o aquella nerviosa ponente que antes de hablar en público en un evento se sacude la energía negativa dando tres saltitos y lleva con ella en el bolsillo su cuarzo de la suerte.
¿Qué convierte una simple práctica en un ritual?
Para que una práctica sea considerada ritualista ha de contener tres elementos:
– Ha de estar constituida por una serie de acciones.
– Debe tener un significado simbólico.
– Debe carecer de una intención evidente.
Vamos, que se trata de una secuencia preestablecida de acciones específicas que simbolizan algo concreto, pero cuya meta no tiene una relación causa – efecto clara… Vamos, que nada prueba que el hecho de sean las botas de fútbol que utiliza menganito en cada partido las que le ayudan a marcar más goles. Es además frecuente que repitamos el mismo proceso en las mismas circunstancias.
Rituales, hábitos y mente inconsciente
Resulta lógico pensar que la creación de un ritual puede ayudarnos a integrar un hábito en nuestras vidas. De hecho, muchas veces lo hacemos inconscientemente, como cuando creamos un ritual de limpieza facial por la noche, o uno de puesta en marcha matutino.
Los rituales pueden construirse utilizando la técnica de las intenciones de implementación, que tan bien explica en su libro ‘Atomic habits’, James Clear. Esto supone ligar una rutina que quieres adquirir como hábito con otra que ya tienes consolidada. Te pongo un ejemplo: Quizás tienes integrado el hábito de ducharte todas las mañanas, y te gustaría adquirir el de hacer deporte. Entonces, tienes la posibilidad de relacionar uno con otro. De esta forma, podrías cambiar tu toalla de baño beige por otra de un color llamativo, para que nada más salir de la ducha recuerdes la intención que tienes de practicar deporte y te pongas inmediatamente tu chándal y las zapatillas de correr. Así, estarías creando un pequeño ritual, porque no es necesario ducharse antes de hacer deporte (más bien hace falta después 😆) ni tampoco precisas de una toalla colorida, pero son las estrategias que pones en marcha para provocar que sea más fácil cumplir tu objetivo.
Los hábitos son inconscientes. Son procesos que hemos automatizado y es precisamente por eso por lo que nos cuesta tanto trabajo cambiar. Si repites día a día tu ritual con intención, terminarás convirtiéndolo en un hábito, con el añadido de que el ritual tiene poder extra, ya que nos ayuda a sugestionarnos y entrar en un estado especial, más receptivo a lo que queremos conseguir.
¿Te apuntas a probarlo? ¿Estás dispuesta a crear tu propio ritual?
Funciona, yalo creo.
😉 ¿Cuál es tu favorito?
Visto así tengo muchos rituales en mi día a día :))
Qué bueno, Jessy 🙂