Qué flaco favor nos han hecho los cuentos de hadas y esa romántica idea que nos venden a las niñas de que un príncipe salvador llegará montado en un córcel blanco para salvarnos de todas nuestras penurias y de los peligros que nos pueden acechar. Con esos antecedentes no es extraño que a día de hoy, muchas mujeres se vean afectadas por lo que Colette Dowling definió, en 1971, como el complejo de Cenicienta.
La desdicha de la hermosa Cenicienta
Pero llevemos la mirada a la historia que nos contaron… En realidad hay varias versiones diferentes del cuento, como la de Charles Perrault o la de los hermanos Grimm. Pero la narración que más ha llegado a nuestros oídos se basa en la película de Disney y habitualmente contiene los siguientes elementos:
«Cenicienta pierde a su madre cuando era muy pequeña y su padre se vuelve a casar, en segundas nupcias, con una malvada mujer que tenía dos hijas de la edad de Cenicienta. Desgraciadamente, el padre también fallece, y la pobre niña huérfana queda a merced de la falta de escrúpulos de su madrastra, quien le obliga a trabajar como criada en su propia casa.
Un día, reciben una invitación para asistir al baile del príncipe heredero, que celebra con la intención de elegir esposa. Cenicienta desea poder ir con todo su corazón, pero su madrastra y hermanastras no lo permiten… Así que solo la magia de una bondadosa hada madrina le ayuda a cumplir su sueño y acudir al evento engalanada con un hermoso vestido y unos delicados zapatos de cristal, convirtiendo una simple calabaza en una bella carroza… Pero eso sí, el hechizo tenía fecha de caducidad y todo volvería a ser como antes a la llegada de la medianoche…
Tal y como era de esperar, Cenicienta enamora al príncipe, que queda prendado de su belleza, pero antes de darse cuenta, el reloj estaba a punto de dar las doce y la hermosa Cenicienta tiene que salir corriendo, perdiendo en el camino su zapato de cristal. Por supuesto, el príncipe de sirve del zapato para encontrar a la mujer que le había robado el corazón, ya que nadie más en todo el reino tenía ese número de pie.. Y el resto de la historia ya lo conocéis: Se casaron, fueron felices y comieron perdices.»
Ensalzando la sumisión
No sé a vosotras, pero a mí siempre me ha chocado que Cenicienta acatara sin rechistar las órdenes de su madrastra y hermanastras y nunca se rebelase y alzase la voz para decir «Hasta aquí hemos llegado».
Al fin y al cabo, ella era la heredera legítima de su padre y acaba esclavizada en su propia casa. No sé… Esa sumisión exagerada y esas pocas ganas de generar problemas me llevan a pensar que más que ser buena, peca de tonta, y de conformista, y por supuesto, de víctima indiscutible.
Pero ella es la protagonista del cuento… La que despierta la compasión de su hada madrina, la que enamora al príncipe, la que se convierte en reina… Y esa niña, que todas hemos sido, de repente aprende que está bien obedecer sin rechistar, que es mejor no plantar cara… que la solución a los problemas llega en forma de una ayuda mágica y una petición de matrimonio… A todas nos han enseñado, que si somos buenas chicas «nos salvarán».
Las consecuencias de tragarse el cuento
Así que nos vemos en la edad adulta esperando inconscientemente, que el príncipe azul llegue y nos rescate.
Algunas mujeres tienen pánico a la libertad y la responsabilidad que trae consigo… Podría decirse que rechazan la independencia y que lo que desean es sentirse protegidas y cuidadas. Que sea él quien se haga cargo de mantener el barco a flote. Están dispuestas a sacrificar sus sueños a cambio se sentirse protegidas y cuidadas.
Por supuesto, esto resultaba más evidente en generaciones anteriores, cuando el hecho de que la mujer renunciara a su vida profesional por casarse y tener hijos era la norma. Pero ahora también se asume que seremos nosotras quienes abandonemos nuestras ambiciones profesionales ante la llegada de los hijos. Y curiosamente, todavía muchas esperan que sea él quien pague la cuenta, les abra la puerta del coche y asuma la mayor carga de responsabilidad financiera y otro tipo de obligaciones. La mayoría de nosotras, en distinto grado eso sí, delegamos ciertas tareas en el varón (aunque sea la nimia tarea de cambiar una bombilla o montar un mueble de Ikea)
Otro final feliz
Pero se puede reescribir la historia. Y siempre existirá la posibilidad de contarle a nuestros hijos otro tipo de cuentos en los que los roles masculino y femenino no estén tan tristemente estereotipados. Concienciar a los más pequeños de que las mujeres son capaces de lograr todo aquello que deseen, sin que ningún príncipe azul tenga que ofrecérselo en bandeja; y que la independencia es, en última instancia, una fuente de poder tanto para ellos como para ellas, resulta clave. Creo que de alguna manera ya se está haciendo… Cada vez vemos más heroínas «animadas» y menos princesas desvalidas.
Y eso me lleva a pensar en el futuro con ilusión.
¿Y tú? ¿Qué cuento tradicional reescribirías? Hay muchos de ellos que necesitan una actualización 😉
Excelente reflexión, me dá la certeza que JAMÁS estuve tan acertada en acciones y pensamientos para lograr mi LIBERTAD e INDEPENDENCIA personal y económica. Gracias. Muchas Gracias.
Una gran decisión, sin duda, Rosa!!
Qué buen post preciosa, te felicito 🙂
Muchas gracias, bonita <3
El cuento de La bella durmiente, definitivamente. ¿Cómo que tras el beso del «amado príncipe» despertó? Y, además, este cuento no solo ensalza los roles de género. También la envidia y la venganza entre mujeres, la competencia femenina, valores todos ellos que en mi opinión perjudican la visión de la mujer.
¡Muchas gracias por toda la info que nos haces llegar, Julia! Me alegra que haya mentes críticas que trasladen sus puntos de vista para animar al resto a darle al coco. Un abrazo ;).
Totalmente de acuerdo… La «mala» de los cuentos suele ser otra mujer y el «salvador» siempre un príncipe :/ Y chimpún. Fortaleciendo creencias dañinas en las niñas. Gracias por el aporte, preciosa!
Hola Julia, me gusta mucho cómo escribes y cómo me llegan siempre tus mensajes. Se ve que estás ‘centrada’ y se percibe.
En particular me ha tocado la fibra lo de la niña obediente que personalmente tuve arraigado mucho tiempo. Muchas veces me salí del role y luego me sentía culpable, pensando que era una neurótica… o loca por no estar de acuerdo y manifestar mi postura. Es un mal de la sociedad patriarcal, donde cuentos como la Cenicienta no ayudan. Hay mucho camino que recorrer en muchos aspectos culturales y educativos.
Gracias por tu trabajo. Eva
La culpabilidad… esa otra gran lacra que llevamos las mujeres cuando intentamos salirnos del guión. ¡Gracias por tus palabras, Eva!
¡La Bella y la Bestia! Sin duda. Esa oda al maltrato y al machismo exacerbado.
Total! Y con síndrome de Estocolmo incluido 😉
Exclente post!